Lionel Messi ha pasado su vida jugando al futbol con la naturalidad de quien nació para eso. Jamás hubo otras pretensiones de su parte más que jugar, como si estuviera en el barrio, como si todo lo demás a su alrededor no importara. Con eso le alcanzó para ser considerado uno de los mejores futbolistas de la historia, pero la aristocracia futbolística exigía más. La Copa del Mundo funciona a modo de canonización de Lionel, cuyo nombre ahora se escribe al lado del Pelé y Maradona sin demasiada culpa, al contrario, todo cuadra ahora.
Los hinchas argentinos cantaron durante todo el Mundial una manda: “Quiero ganar la tercera, quiero ser campeón mundial”. De un momento a otro, las palabras quedaron rebasadas, había que inventar algo nuevo. Argentina ganó la tercera y fue campeón mundial. La delgada línea de lo que significa un deseo que de pronto se hace realidad ejemplifica la vida de Lionel Messi, donde un título es capaz de cambiar la perspectiva en apenas un instante. El talento futbolístico que brota de sus piernas tiene tiempo que terminó con las dudas, el argentino era desde hace mucho parte de la casta más privilegiada del futbol, pero le faltaba el título que convirtiera el momento en oro.
Ante la consciencia de que en el futbol no siempre basta con ser el mejor dentro de la cancha, a Messi se le exigía un campeonato del mundo, esa Copa que si es grande es gracias a los futbolistas que la han ganado y la convirtieron en los parámetros de la consolidación. El peso de los ojos del mundo suele unificar criterios.
A lo largo de su carrera Lionel Messi lo había ganado todo. Con la Argentina fue Campeón del Mundo Sub-20, también fue campeón olímpico, como una antesala de una gloria que se tardó en llegar más de la cuenta. Antes de Qatar 2022, Lionel solo había podido levantar la Copa América en el 2021, un título que le permitió sentirse campeón en un país que lo veía con cierta distancia.
Messi estuvo a punto de acelerar el proceso de Brasil 2014, en una Copa que si bien contó con algo de su genio, no logró ser determinante en la final contra Alemania, donde terminó cayendo. La delgada línea entre el cielo y el infierno suele extrapolar las sensaciones, en Maracaná Messi no pudo ser campeón del mundo, y la deuda fue más grande que el honor de acercarse.
El constante viacrucis de Messi en su selección contrastaba con la leyenda que el argentino construyó en el Barcelona, ese equipo al que llegó desde chiquito y que le permitió hacerse futbolista. Ahí, vestido de azulgrana, Lionel lo ganó todo. El genio que mostraba dentro de la cancha con los amagues y los pases y los goles encontró pronto su recompensa en forma de títulos.
Con el equipo culé Messi ganó cuatro Champions League, y fue protagonista en las últimas tres, con goles que reservaron su lugar en la memoria, como los que le marcó al Manchester United, de manufactura tan distinta que abarca toda un repertorio, en un cabezazo para la época y luego, años después, en un tiro lejano.
De la mano de Messi, el Barcelona también dominó una época en el futbol español, con un total de 10 ligas y siete Copas del Rey, además de ocho Supercopas de España y tres a nivel europeo. Lionel fue también tricampeón del Mundial de Clubes. Ya en Francia, con el Paris Saint-Germain, logró ganar una liga y una Supercopa, pero está en la carrera de otros cuantos títulos más.
A nivel individual la carrera de Messi también ha sido dorada, al ser reconocido con siete Balones de Oro, ese premio que se le da al mejor jugador de la temporada. El argentino es el futbolista que más veces ha sido condecorado con dicho premio, en una muestra del dominio de una época. También ha sido nombrado dos veces como el mejor jugador de la FIFA, representado con el Premio The Best. En 22 ocasiones, ha logrado ser el goleador de los torneos en los que participa.
Messi llegó a Qatar 2022 tocado por el destino, con la consciencia de que con 35 años difícilmente tendría otra oportunidad para pelear por ese título que le faltaba. El argentino jugó cada partido como si fuera el último, en el último aliento de su genio, con la sangre reservada, con el tiempo encima.
Cuentan que para que una persona pueda ser canonizada, se hace una investigación exhaustiva sobre las acciones que conformaron su vida. Lionel Messi ha dedicado sus días a jugar al futbol y a hacerle bien al juego, cumpliendo la máxima promesa que vive en la esencia del juego, hacer feliz a quienes lo miran. El mundo, pendiente siempre, asistió a la canonización del futbolista. Ese momento en el que pasó de ser el gran jugador para convertirse en uno de los más grandes de todos los tiempos, ya sin reservas.
No siempre se tiene la oportunidad de vivir algo parecido y además ser consciente de eso. A menudo las grandes cosas pasan y ni nos damos cuenta. Messi lo hizo cuando todos sabían que era la última vez.
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