La compleja y difícil historia que nos enseñan en el colegio, en las escuelas, ya sean públicas o privadas.
Hoy tengo 52 años y recuerdo con claridad lo confundidos que estaban mis maestras y maestros en relación al 12 de octubre, día de la raza.
Por un lado más de un maestro, más de una maestra, hablaban con cierto enojo que permeaba en las jóvenes mentes infantiles sobre la conquista, sobre la llegada de las tres carabelas, sobre la llegada de Colón a América y posteriormente la batalla de Hernán Cortés contra los pueblos originarios.
Por otro lado, la celebración del día de la raza, que se hacía con gusto, alegría y festivales incluidos, cartulinas con dibujos de algo que parecía ser uno o tres barcos, cuadernos con monografías compradas en la papelería, pegadas en las hojas con resistol blanco, obras de teatro, etc.
La confusión entre gozo, sacrificio y celebración, se ponía todavía más compleja con la llegada de la Malinche, quien resulta que es nuestra violada madre, de la cual nace un pueblo no de españoles, no de indígenas, de mexicanos o de lo que somos. Pero esto a muchos les gusta y a otros muchos no.
Vasconcelos y Octavio Paz intentaron explicarlo en sus grandes obras, pero estas no llegaron al gran pueblo que no tiene claro lo que es y mucho menos sabe si debe celebrar su descubrimiento o conquista.
Sumado a lo anterior antes AMLO y hoy Claudia señalan y reiteran el tema de las disculpas.
Todavía no sabemos que somos, en el norte se ven a sí mismos distintos, los del centro y sur también, no mucho tienen que ver los Yaquis, los Seris, con los Mayas y los Olmecas.
Somos distintos, somos complejos, somos grandes, somos lo que somos y no terminamos de entendernos a nosotros mismos.
La raza ha terminado y su día también, pero nosotros no terminamos de encontrarnos.
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