El pasado 26 de julio ocurrió una tragedia que ha dejado a todos con el corazón roto. Una joven mamá llamada Silvana Torres López atacó con un cuchillo a su hijita de apenas dos años, Antonella. Luego intentó quitarse la vida con la misma arma. Aunque las dos fueron llevadas vivas al hospital, la pequeña no logró sobrevivir.
Todo pasó pocos días después de que Silvana terminara con su pareja sentimental, quien no era el papá de la niña. Tras salir del hospital, Silvana fue enviada a una clínica psiquiátrica, donde los doctores dijeron que ella actuó cegada por la ira y que no recordaba bien lo que había hecho.
Cuando su estado de salud mejoró, el 1 de agosto fue dada de alta y en ese momento la policía la llevó a un centro penitenciario. Ahí empezó su proceso legal bajo la vigilancia del Instituto Nacional Penitenciario (Inpec), tal como ordenó un juez. Vecinos y conocidos han hablado sobre lo ocurrido, incluyendo Magola Valencia, una amiga cercana de Silvana, quien asegura que todo se dio en un momento donde ella estaba muy vulnerable emocionalmente.
Según Magola, Silvana acababa de terminar con su pareja y eso la derrumbó emocionalmente. También dijo que Silvana era muy estudiosa, una buena mamá que siempre luchó por su hija. Otra vecina, Luisa, comentó que nunca escuchó gritos ni violencia en el hogar, lo cual ha hecho que la noticia sea todavía más impactante.
Después de conocerse lo que pasó, varios vecinos intentaron agredir a Silvana, pero la policía intervino a tiempo para evitar una golpiza.
¿Cómo llegamos a este punto como sociedad? ¿Por qué una madre amorosa y estudiosa termina en un estado donde lastima a lo que más ama?
Esta tragedia nos grita lo urgente que es hablar de salud mental sin miedo, sin prejuicios y sin esperar a que sea demasiado tarde.
El dolor emocional mata, y si no se atiende, puede arrastrar vidas inocentes. Ya basta de fingir que todo está bien mientras por dentro muchas personas se están rompiendo. Necesitamos sistemas de apoyo reales, espacios seguros y educación emocional desde temprana edad. Esta historia no debía terminar así.
Que la memoria de Antonella nos obligue a abrir los ojos.