Hace ocho años, después de una inundación en la zona de Texas Hill Country, las autoridades del condado de Kerr se preguntaron si era momento de instalar un sistema de alertas en el río Guadalupe.
Durante años, los campamentos de verano a la orilla del río dependían del aviso de boca en boca. Cuando el agua subía, los encargados de los campamentos río arriba avisaban a los de abajo. “Podemos hacer todo el seguimiento del nivel del agua que queramos, pero si no hacemos llegar esa información al público a tiempo, entonces todo esto no vale la pena”, dijo Tom Moser, excomisionado del condado.
Aunque se propusieron instalar sirenas, sensores y otros sistemas modernos, no se hizo nada. Hace unos días, cuando otra fuerte inundación arrasó el condado, las alertas llegaron tarde o ni siquiera llegaron. Las decisiones del pasado, como rechazar una subvención de un millón de dólares por considerarla cara, dejaron a muchas familias sin protección.
Esta región es conocida como el “callejón de las inundaciones repentinas”. Las lluvias intensas pueden hacer crecer el río en minutos, y muchas veces ocurre de noche, mientras la gente duerme. “Creo que podría haber ayudado a mucha gente”, dijo Moser sobre el sistema de alerta que nunca se instaló. Lamentablemente, al menos 80 personas perdieron la vida, incluyendo 28 niños, y varias niñas y una guía siguen desaparecidas.
A pesar de las alertas por celular, muchas personas no las tomaron en serio o ni siquiera las recibieron por problemas de señal o cortes de luz. Algunas se enteraron por redes sociales o gracias a familiares. Aún cuando hay avances tecnológicos, si la información no llega a tiempo, no sirve de nada.
Las tragedias, aunque dolorosas, nos enseñan lecciones. Invertir en prevención puede salvar vidas. Ojalá este desastre motive a más autoridades a actuar antes de que sea tarde. Porque cada alerta ignorada o sistema no instalado, puede ser una vida que ya no regrese.