La historia de los amores de María Félix está cargada de decepciones, celos, violencia, y muerte. En los brazos de la femme fatale del cine de Oro nacional cayeron grandes hombres como Jorge Negrete y Agustín Lara, más muchos otros qua lo largo de su vida intentaron conquistarla, pero ninguno de estos amores fue tan intenso y duradero como el que tenía a su hermano.
La “Doña” nunca ocultó el enamoramiento que sentía por José Pablo Félix Güereña, su hermano dos años mayor que ella, el cual llegó a describir como un “incesto blanco”, atracción física y espiritual que, a su decir, nunca podría haber pasado a romper los tabúes de la sociedad.
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Otros que han seguido la vida de María creen que la atracción entre ambos podría haber ido más allá de lo platónico, opinión que comparten con la madre de ambos, que al notar su “extraña” cercanía optó por separarlos completamente.
Así fue como Pablo Félix fue enviado al colegio militar para seguir los pasos de su padre, alto mando del Ejército Mexicano. Desgraciadamente para él, y aún más para su hermana, moriría antes de terminar sus estudios.
Una mañana de diciembre de 1937, el periódico Excélsior, uno de los más grandes del país en aquellos años, informaba del presunto suicidio del cadete Pablo Félix dentro del campus del Colegio de Popotla en Ciudad de México. Según las versiones oficiales del caso se había disparado en la sien sin haber dejado cartas ni explicación de los motivos que pudieran haberle llevado a quitarse la vida.
Para ese entonces María Félix apenas se encontraba por iniciar su ascenso a la fama, por lo que no fue capaz de indagar a profundidad cuando sus sospechas sobre la muerte de su hermano comenzaron a crecer desmesuradamente, ella desde el primer momento afirmó que a Pablo lo habían matado, desconociendo quién y por qué.
Estas sospechas vaticinaron los resultados de una investigación realizada recientemente por la autora Martha Zamora, quien retomó el caso ochenta años después de la muerte de Pablo, y pronto empezó a encontrar una cadena de irregularidades escondidas bajo la atenta mirada del Ejército Mexicano.
Según detalla Zamora, el primer indicio de que se trata de un homicidio son directamente los dictámenes forenses dejados de aquella época, donde el responsable de analizar a Pablo concluyó que la causa de muerte fue una herida de bala en el corazón, disparada a quemarropa por una persona “conocida a la víctima”, dada la cercanía a la que se realizó el ataque; también tenía golpes en los ojos.
Pablo cayó fulminado de un balazo, y desde ese momento las autoridades comenzaron una carrera para encubrir las verdaderas circunstancias en las que ocurrió su muerte. Se cuenta que por órdenes de la entonces Procuraduría de Justicia del Distrito Federal el caso no fue investigado a profundidad y a la víctima no se realizó ninguna autopsia.
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En lugar de regresar el cuerpo a la familia Félix, la autoridad militar procedió a enterrar a Pablo por su cuenta en una fosa común dentro del panteón Sanctorum de Ciudad de México. ¿Por qué tanto encubrimiento sobre el verdadero asesino de Pablo Félix? Ochenta años después se trata de una pregunta que nadie ha podido responder.
A lo largo de su vida, María Félix perdió a los hombres que más llegó a amar: Su hijo Enrique Álvarez Félix, su hermano y su esposo Jorge Negrete, a solo un año de haberse casado; aún así definitivamente es esta, la primera gran tragedia, la que marcó de forma más profunda su personalidad, volviéndose más fría e ingobernable en su vida sentimental.
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