Con una tradición de casi 50 años, estas carretas ofrecen sus hot dogs a precios accesibles.
Los Hot dogs o, ‘dogos‘, como se le conocen en Hermosillo, son un referente gastronómico y cultural en la ciudad, que, incluso, ha desatado debates entre los internautas sobre qué municipio de Sonora ofrece el mejor platillo de este tipo.
A pesar de que no se puede asegurar que los mejores ‘dogos‘ se encuentran en Hermosillo, lo cierto es que las carretas del centro de la ciudad suman casi 50 años de tradición culinaria.
“Los dogos más antiguos son los del Toño y el Santy, ahorita ya se fueron, siempre se van temprano, tienen como 48 años, yo trabajé con ellos por 6 años, este puesto en el que estoy tiene también ese tiempo, nada más que yo agarré este hace nueve meses, más o menos”, dijo Giovanni García, microempresario local.
Giovanni García, llega cerca de las 6:00 de la mañana todos los días, para acomodar la carreta, preparar los insumos, calentar la plancha y la panera.
Una hora más tarde, el olor atrae a los comensales, quienes buscan un desayuno que amortigüe la carga de trabajo del día: “uno con todo y una soda bien helada, es lo que busca la gente, más que nada a los que no le echan lonche”, dijo entre risas el joven comerciante.
Un alimento barato
Aunque pareciera lo contrario, la venta de este platillo es una de las más concurridas en el día a día del centro, sobre todo por las mañanas, aseguró el comerciante.
“Todo el día viene gente, sobre todo en las mañanas, como le comento, es lo más rápido y en sí es lo más bueno que puede haber aquí en el centro, porque además es lo más económico”, dijo.
En promedio, los precios de este popular alimento están entre los 30 y 35 pesos, que junto con una soda cuestan entre 60 y 65 pesos.
“De hecho tardamos ‘un buen’ (en subir los precios), pero la economía es lo que nos ha hecho subir los precios, pero aun así la gente sigue viniendo a buscarlos”, agregó.
Aún por las tardes, hay quienes llegan a probar el verdadero sabor de ‘la calle’, como dijo Andrea García, quien siempre que va al centro no se puede ir sin comerse uno.
“No vengo seguido al centro, pero cuando vengo no me puedo ir sin echarme uno porque es como si no viniera; me gustan con todo”, dijo risueña la hermosillense.
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